Siempre me ha gustado enseñar porque es la única oportunidad que tienes en la vida de conseguir dos cosas: darte cuenta de todo lo que te queda por aprender y tener la oportunidad de abrir tantas ventanas al saber que llega un momento que te atrapa la luz que desprenden los demás.
Cuando aprendes a leer muchas veces desde la mente de un discapacitado, de una persona de altas capacidades o de otra con déficit de atención y miras las letras con los ojos de un estudiante, de un ama de casa o de un anciano percibes que las palabras cobran sentidos que antes ni siquiera habías sospechado y que cada vez que vuelvas a leerlas de alguna manera renace para ti el significado que para otros tuvieron.
Me apasiona pintar, componer música, redactar ensayos, crear poemas, diseñar juegos, patentar inventos... pero enseñar es mi vida porque en el espejo donde se proyecta mi imagen convergen los rayos de luz de tantas palabras aprendidas a través de otros, del tamiz de los sueños, del perfil equívoco de las posibilidades cuando se consigue traspasar la frontera del desconocimiento, de la ignorancia, de las sombras que aparentan lo que son los amaneceres.