Es alucinante
la programación ideológica a la que nos encontramos sometidos, la mediatización
orweliana de la enseñanza, la incapacidad supina de enseñar a aprender y de
posibilitar crecer, el increíble bombardeo de sustancias de colorines
preferiblemente amarillas por todos los medios tecnológicos a nuestros niños
para entontecerles, empobrecerles y mediatizarles en un consumismo atroz que
cercena la imaginación, la creatividad y la curiosidad, que impide la formación
de la personalidad y el pensamiento crítico, que envenena su capacidad de
progresar.
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