Volver a la Universidad como profesor es retomar la infancia de los conceptos bajo el prisma de los conocimientos.
Cada año pesa como los círculos concéntricos del tronco de un árbol y computa silencios aprendidos con la calculadora de los datos que todavía no hemos manejado y de las experiencias que no hemos tenido.
Cuando lo aprendido se fija en la repetición de los conceptos y en la cara de los estudiantes que los van transformando es el momento en el que nos damos cuenta de que realmente ha valido la pena el tiempo que hemos perdido afianzando pasos en los caminos de la ciencia.
En el hacedor de caminos quedan las huellas de los zapatos pero también los soles que han quemado cada jornada como si cada una de ellas no se estrenara en cada esfuerzo por continuar la siguiente, como si cada una buscara en el viaje un fin, un motivo para seguir caminando.
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